La mirada es uno de los sentidos que permite conocer el mundo que nos rodea.
A través de la mirada completamos significativamente nuestra percepción.
Si hablamos en términos de comunicación con los otros, en las personas que pueden ver, la mirada es un punto de contacto, que permite profundizar en el vínculo y considerar un sinfín de aspectos que muchas veces quedan por fuera de las palabras y de la comprensión de la escucha.
En el lazo vincular primario madre-niño, la mirada de la progenitora hacia su pequeño, es uno de los primeros puntos contactantes entre ambos, junto a las palabras, a la escucha y al contacto físico, contribuye a formar un todo respecto a la percepción y comunicación especialmente único.
Cuando alguien se siente mirado amorosamente, se siente reconocido. La mirada del otro sobre sí permite comenzar a construir la individualidad. Winnicott dice que en el desarrollo emocional del individuo, el precursor del espejo, es el rostro de la madre. El niño puede verse reflejado en la mirada de su madre. Desde los primeros momentos de vida en esa mirada “amorosa” el niño siente su plenitud.
Siente que está allí, que es y que es apreciado y valorado.
Durante los primeros estadios de vida los padres brindarán al pequeño una serie de cuidados y estímulos que por supuesto también ayudarán a que se constituya como persona.
En el momento en que el niño por su desarrollo y crecimiento comienza a distanciarse físicamente de sus padres, como por ejemplo cuando se lanza a gatear o caminar, la mirada de los adultos, cumple en muchas oportunidades un complemento de cuidado y sostén para la criatura.
Allí la observación de la madre y el padre hacia su hijo nuevamente vuelve a cobrar un papel singular. Es común observar a los pequeños de esta edad que cuando se alejan un poco de sus progenitores inmediatamente buscan su mirada para sostenerse en ella.
Puede que aquí comiencen a sumarse otros aspectos en el mirar, o por lo menos es donde aparecen más nítidos, como por ejemplo: la aprobación o desaprobación con la mirada dirigida a las acciones del pequeño. Entonces podríamos decir que en más de una ocasión, mirar pone significado a lo que aún no se ha dicho con palabras.
Es necesario tener presente que al hablar con un niño es de vital significado e importancia que el adulto haga contacto con su mirada.
Que se lo mire y que mire.
Mirar al niño, reconocerlo, observarlo y sostenerlo desde esa percepción permitirá comprender muchos aspectos de su persona y ampliará el propio campo intervincular de los progenitores.
Que el niño sienta que se lo mira, se lo reconoce y se lo sostiene desde esa percepción le brindará confianza, bienestar y seguridad en sí mismo. Este será un singular aporte para constituir su auto imagen y su auto-estima.
Los adultos que pueden sostener una mirada espontánea, amable y empática en un vínculo, posiblemente en su historia personal referida a sus primeros años de vida han tenido la oportunidad de que alguien los haya mirado desde esa misma perspectiva.
Clr. Graciela Taffarelli
Como sentimos lo que vivimos?: Sosteniendo con la mirada.
lunes, 3 de octubre de 2011
Publicado por
Luciano Trejo
en
19:40
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