Como sentimos lo que vivimos? (El valor del conflicto interpersonal.)

lunes, 6 de junio de 2011



El valor del conflicto interpersonal.

El conflicto es inherente al ser humano. Sin embargo el solo nombrar esta palabra ya produce en las personas una connotación con cierta carga negativa.
El problema surge cuando dos o mas personas confrontan , en relación a intereses, deseos, sentimientos o necesidades. Pero cabe señalar que la movilización interna que produce no necesariamente debería promover una consecuencia negativa entre los involucrados.
Bastaría con poder ver las situaciones conflictivas por las que se atraviesa como una situación a resolver. Entonces se da paso a que las energías que entran en juego se avoquen a lograr buenos resultados. Esto posibilitaría que el valor del conflicto cambie y en ese proceso se rescate aprendizajes que finalmente beneficien.

Sabemos que cuando las cosas no son como las esperamos, nos frustramos, y esa frustración de acuerdo a como impacte en nosotros, nos provocará mayor o menor sufrimiento. Pero también es necesario poder revisar y preguntarnos, cuántas veces hemos cambiado el rumbo “gracias a algún conflicto” que nos surgió en el camino y cuanto “bagaje valioso” hemos recopilado en esas experiencias.

En el momento que aquello que queremos alcanzar se nos presentan las diferencias que tenemos con otros como obstáculos, según el estado de vulnerabilidad y la intensidad de nuestro deseo colaborará para que apreciemos esa situación como una amenaza, o incluso que vivamos ese vínculo como amenazador.
En esto también influye lo aprendido, nuestra cultura, nuestra sociedad, los mensajes que recibimos a diario y que vamos internalizando quizás sin detenernos demasiado.
En determinado momento al no obtener lo que esperamos, puede que nos aborden sentimientos como el de “perdedores vencidos”. Se nos representa como un juego de ganar o perder, polarizándonos solo en los resultados, sin contemplar lo que debemos aprender y acomodar de la experiencia misma. Esto también puede dejarnos, más allá de ganar, un saldo de cierta insatisfacción, aunque muchas veces cueste reconocerlo...

Cuando no nos sentimos fortalecidos y tememos al sufrimiento que nos pueda ocasionar el conflicto, tratamos de evitarlo sin resolver.
En estos casos lo que logramos, además de la angustia o resentimiento que puede ocasionarnos, es una prórroga a la situación que se presentará una y otra vez hasta ser resuelta. Corriendo el riesgo que al dejarla por más tiempo sin resolver, se le sumen instancias que deterioren aún más el vínculo.

Al desarrollar nuestra personalidad a medida que vamos creciendo podemos decir que en ese proceso va implícita la resolución de los distintos conflictos que se nos van presentando.
La vida social en sí misma, conlleva las diferencias entre unos y otros.
La maduración de cada uno estará dada en relación a la capacidad de poder ver esas diferencias como una instancia que sume y no que reste. De poder distinguir cuando hay que “negociar, acordar o ceder” a favor de un mejor resultado para todos.
La idea no sería que alguien pierda, sino que todos algo ganen …

Cuando la frustración es muy grande y el enojo nos desborda es muy complicado poder resolver. Y en ese caso lo mejor es darse cuenta de este límite y poder pedir a alguien que ayude a mediar.

El facilitador acompañará a que cada uno a revisar lo propio y lo ajeno respecto a la situación para poder llegar a un acuerdo beneficioso para ambas partes.

Graciela Taffarelli

0 comentarios: